miércoles, 27 de abril de 2011

Consecuencias de la Guerra Civil

Cualquier guerra significa un desastre, pero si es civil, el desastre es mayor porque el odio que subyace detrás de las contiendas civiles es superior.

El impacto en pérdidas humanas de la guerra fue considerable. Se estima que las víctimas de la contienda superaron el medio millón de personas, incluyendo los muertos en combate, los represaliados en la retaguardia -represión masiva y sangrienta en muchos momentos de la guerra- y los ejecutados por los vencedores tras la guerra.


Al finalizar la guerra, se abrió otra herida: la de los exiliados (unos 300.000), obligados a abandonar el país, y que se amontonaron en los campos de refugiados de las costa francesa o huyeron a México o Argentina, muchos de los cuales ya no regresarían.
Esta emigración constituye un serio impacto en la demografía española, un impacto tanto más sensible por cuanto desde un punto de vista laboral se compone de personas jóvenes, y porque desde un punto de vista cultural engloba a un importante sector de artistas, escritores, científicos... Además, tanto por las especiales circunstancias de masificación en las que se produce, como por la incidencia que la Guerra Mundial tuvo sobre los exiliados, esta expatriación fue para buena parte de sus componentes especialmente penosa y duradera.

La guerra dejó una profunda huella en las actividades económicas: destrucción de las infraestructuras, de la cabaña ganadera, del parque automovilístico y ferroviario, de las industrias...

La destrucción de los recursos económicos e infraestructuras trajo en los años cuarenta los "años del hambre". Se produjo un estancamiento económico durante toda la década, no recuperándose el PIB de 1936 hasta la década de los sesenta.

El empobrecimiento del país es indudable, la destrucción de viviendas fue notable, el 10% fueron destruidas, y otras muchas dañadas; ciudades como Teruel quedaron convertidas en un gran solar.

La riqueza del país disminuyó 1/3. Las comunicaciones fueron las que más sufrieron; carreteras, puertos, aeropuertos, puentes, transportes, etc., fueron objetivos de ambos bandos.


  
 La victoria del bando nacional acarreó el establecimiento en España de una dictadura militar que se prolongaría durante casi cuarenta años, con la pérdida de libertades y la persecución de cualquier forma de disidencia.

Desde el punto de vista social, los vencedores desarrollaron una política de represión sobre los vencidos. Esta política se apoya en dos leyes: la Ley de Responsabilidades Políticas (1939), que atribuye a los jueces, al ejército y al Partido Falangista determinar quién incumple esta ley; y la Ley de Represión de la Masonería y Comunismo (1939). La represión de posguerra afectó a una gran cantidad de personas; se ejecutaron al menos a 300.000 personas, los condenados a muerte fueron más, pero se les conmutó por cadena perpetua.

En 1939 la población reclusa llegaba a los 300.000 individuos, la mayoría eran presos políticos. A finales de 1940 eran ya solo 150.000, y hay que esperar hasta 1950 para que el número de presos se normalice (30.000).

También hay que añadir que al menos 500.000 personas abandonaron el país. Aunque muchos regresaron, en el exilio quedaron intelectuales, pensadores, artistas, etc. que encontraron acomodo sobretodo en universidades americanas. Así, con la salida de estos personajes intelectuales, se empobrece nuestra cultura.

Otra consecuencia será el aislamiento del país que se terminara de concretar en 1945. Por otra parte el sistema político tras la guerra no tenía vocación de pervivencia y se tuvo que volver a la democracia después de la muerte de Franco en 1975.

La Guerra Civil Española

Los Contendientes
La España Republicana
La República controla Cataluña, País Vasco, Cantabria, Asturias, gran parte de Andalucía, Extremadura, la Mancha, Levante y Murcia, además de Madrid.
En cuanto a recursos humanos y económicos, la España republicana es más rica debido a la industrialización y gran cantidad de población. En relación a los recursos militares, de 200.000 soldados 80.000 estaban con la república, quien controla la flota y la aviación, pero no los mandos ni los pilotos.


En septiembre de 1936, Largo Caballero, dirigente socialista, fue nombrado presidente de un gobierno en el que integró a todas las fuerzas antifascistas: republicanos, socialistas, comunistas, nacionalistas y militantes de CNT. Pero existían tensiones, la CNT y los sectores más radicales de la UGT querían la revolución. Por el contrario, los republicanos, los socialistas más moderados, liderados por Prieto, y los comunistas tenían como prioridad la victoria sobre el fascismo a la revolución.


La España Nacional
La España Nacional comprende las islas, excepto Menorca, el norte de África y sobretodo Galicia, Castilla-León, la Rioja y Álava, Navarra y Aragón, y el estrecho.

En cuanto a los recursos militares, de 200.000 soldados 120.000 estaban con los nacionales, donde estaban también los mandos y los pilotos. El ejército mejor preparado, armado y decidido es el del norte de España, controlado por los nacionales e integrado en la Legión y los regulares.


La base social de los nacionales era muy diversa: grandes propietarios agrarios, la mayor parte de los empresarios; clases medias; pequeños propietarios agrícolas; la iglesia y los sectores más conservadores de la sociedad.


En el terreno político tuvieron el apoyo de grupos de tendencia muy diversa: monárquicos, la Renovación Española, lo que quedaba de la CEDA, los falangistas y los requetés.


Contará también con el apoyo de la Iglesia. El 1 de julio de 1937 el episcopado español publicó una carta pastoral a favor de la España de Franco, justificando la guerra como una reacción contra la tendencia anticristiana del Frente Popular. En octubre de 1937, el Vaticano reconocía el gobierno de Franco.




El Alzamiento

El triunfo del Frente Popular en enero de 1936 aceleró los planes para que una conspiración militar tomara más fuerza. A principios de marzo se reúnen en Madrid importantes militares derechistas para trazar los planes de un futuro alzamiento militar que estaría condicionado a que la izquierda iniciara los movimientos hacia una república socialista o comunista.

El gobierno reacciona con timidez y envía lejos de Madrid a altos mandos militares que considera más peligrosos: Franco es enviado a Canarias; Goded a las Islas Baleares; Varela y Queipo de Llano también son alejados de Madrid y Mola es enviado a Pamplona, pensando que sería incapaz de entenderse con los carlistas. Fue el error más grave.

El golpe se prevé para el verano del 36 o el otoño. Sin embargo, dos acontecimientos puntuales agilizarán el proceso: a primeros de abril es asesinado el teniente José Castillo, de los guardias de asalto; y a los pocos días Calvo Sotelo es detenido y asesinado por compañeros de Castillo. Este asesinato acelera el alzamiento planificado por Mola para el 18 de julio de 1936. Un día antes, el 17 de julio estalla el alzamiento en Marruecos, concretamente en la ciudad de Melilla. Pocas horas después, el teniente coronel Yagüe decretó el estado de guerra en Ceuta, y al día siguiente, todo Marruecos estaba en poder de los sublevados.

Los generales que habían preparado la conspiración contra la República pensaban que la situación se resolvería con una actuación rápida y violenta para evitar la reacción popular. El proyecto, diseñado por el general Sanjurjo, consistía en levantamientos militares en varias ciudades y avance de varias columnas hacia Madrid para cercar al gobierno:

·         El general Franco, después de asegurarse el éxito en Canarias, llegó a Tetuán el 19 de julio para ponerse al frente del ejército de África.
·         El 18 de julio se pronuncia Queipo de Llano en Sevilla, y con refuerzos de Marruecos controló Andalucía occidental.
·         El general Mola decreta la guerra en Pamplona y con la ayuda de los requetés, controló Navarra.
·         Sanjurjo muere en accidente de aviación al dirigirse a España desde Lisboa.



Tras el golpe militar, se perfilan dos Españas enfrentadas:
  • la España republicana cuenta con las grandes ciudades -excepto Sevilla y Zaragoza-, la mayor parte de la población, las principales industrias y una importante zona agraria (Valencia y Murcia). Controla casi toda la flota y las tres cuartas partes de la aviación;
  • la España sublevada, que se llamó a sí misma, la España nacional, disponía de la mayor parte de producción agrícola y ganadera, lo que planteó graves problemas de abastecimiento en la zona republicana. Cuentan con la mayor parte de los regimientos y oficiales del ejército.


El Avance hacia Madrid

Las primeras operaciones militares son conocidas por los estudiosos como la guerra de columnas, por las que tanto los nacionales como los republicanos tratan de consolidar inicialmente sus propias zonas y ampliarlas mediante la acción de determinadas columnas militares.

El objetivo de los sublevados era ocupar la capital, Madrid. El general Mola atacó desde el norte y Franco avanzó desde el sur.

La primera operación militar de envergadura fue el paso del estrecho por parte del ejército del norte de África. El apoyo de Italia y Alemania (desembarcaron en Andalucía unos catorce mil hombres y abundante material de guerra) a Franco en esta operación militar fue decisivo para su éxito. La república fracasó porque, aunque controlaba la flota, no fue capaz de impedir el paso del ejército, lo que le hubiera dado una ventaja importante.


Este ejército avanza rápidamente tomando Extremadura y Toledo, llegando a las puertas de Madrid en octubre de 1936, pero allí tropezó con una resistencia muy bien organizada de columnas de milicianos y no pudo tomar la ciudad.


En febrero de 1937 atacó por el sur en la batalla del Jarama para cortar las comunicaciones de Madrid con el este, pero no pudo aislar la capital. La llegada de las Brigadas Internacionales  aportar gente decidida a la defensa de Madrid.

El ataque franquista es detenido por las defensas republicanas, con lo que Franco cambia de plan estratégico e intenta una táctica de flanqueo (no atacar directamente, sino por los flancos) para aislar a la capital del resto de la zona republicana, lo hace en las campañas de Guadalajara y el Jarama, que terminarán fracasando (a pesar de la ayuda del cuerpo republicano que Mussolini había enviado en ayuda de los nacionales) debido a la reorganización del ejército republicano, que puso de manifiesto la dificultad de tomar Madrid, por lo que Franco abandonó momentáneamente este proyecto y se dirigió hacia el Norte.




La Campaña del Norte

Tras estabilizarse las posiciones en torno a Madrid, los nacionales emprenden la conquista del norte. Mola ocupó Irún y San Sebastián en septiembre de 1936. Sin embargo, la verdadera batalla del norte comenzó con el asedio de Bilbao en marzo de 1937. La creación por los vascos de una línea defensiva (cinturón de hierro) prolongaron la resistencia durante dos meses. El ingeniero que organizó las defensas se pasó, llevándose los planos, al bando nacional. Además, el terrible bombardeo de Guernica, con aviones alemanes de la Legión Cóndor, y la caída de Durango fueron el preludio de la entrada en la capital el 19 de junio de 1937.


Las tropas nacionales prosiguieron a continuación su avance hacia Santander (que fue conquistada casi sin lucha pues los restos del ejército vasco y las unidades militares del PNV -gudaris- se rinden a los italianos sin presentar resistencia) y Asturias. El avance fue lento, debido a la resistencia encontrada (por parte de las organizaciones obreras que tenían mucha fuerza), a lo abrupto del terreno y a las maniobras del ejército republicano sobre Zaragoza para distraer a las tropas del norte. El 21 de octubre las tropas nacionales entraban en Gijón, y todo el Norte quedaba incorporado a la España sublevada, aunque algunos grupos guerrilleros mantendrán la resistencia en las montañas.


Con el norte dominado, los nacionales adquieren la sólida base industrial vasca -industrias de armas- y los recursos de carbón asturiano y poseían casi todo el acero de España. La victoria también permitió que la flota nacional se concentrara en el Mediterráneo. Finalmente, 65.000 hombres del ejército norte quedaron disponibles, junto con sus armamentos, para incorporarse al frente del sur.




La Campaña del Este


La campaña del Este se convirtió en el centro neurálgico de la guerra civil.


Para contrarrestar los éxitos nacionales en el norte, la República lanza en julio de 1937 una operación en Brunete (al oeste de Madrid) tratando de envolver las tropas enemigas que presionaban sobre la capital.
Su incorrecta planificación y la incapacidad del ejército de la república para la ofensiva hicieron que fuera un desastre para la República.


Al general Franco se le planteó otra vez la alternativa de ocupar Madrid o lanzarse hacia el Mediterráneo desde el frente del Ebro. Eligió la segunda opción. En enero de 1938, los republicanos tomaban Teruel, que sería reconquistada días después por los nacionales (en una de las batallas más duras de la guerra, debido a las condiciones meteorológicas, -20 ºC, nieve...). La superioridad, tanto en hombres como en armas y aviones permite a Franco, después de recuperar Teruel, llegar hasta Lérida (abril 1938). Franco dirigió las tropas hacia el Mediterráneo, llegando en pocos días a Castellón y Vinaroz, dividiendo la zona republicana y aislando a Cataluña.


En un desesperado intento para enlazar de nuevo las dos zonas republicanas y detener el avance de los nacionales hacia Cataluña, los republicanos iniciaron la más importante de sus ofensivas. El 25 de julio de 1938 consiguieron atravesar el río Ebro y tomar un extenso territorio hacia el Sur. Pero la ofensiva no pudo seguir adelante. El contraataque nacional (con mejor material y superioridad en artillería, aviación y carros) obligó a los republicanos a volver a cruzar el río. Durante meses se disputó palmo a palmo el terreno, lo que convirtió a la batalla del Ebro en la más dura y sangrienta de toda la guerra, provocando más de cincuenta mil bajas por bando y la derrota significó el desgaste definitivo del ejército republicano.
En el mes de diciembre, los nacionales iniciaron una gran ofensiva sobre Cataluña. Las ciudades eran bombardeadas día y noche. El 26 de enero de 1939, las tropas franquistas entraron en Barcelona. Los restos del ejército republicano, acompañados de largas columnas de refugiados (entre los que se encontraban políticos, intelectuales, sindicalistas...), se retiraron hacia la frontera francesa. Unas trescientas cincuenta mil personas fueron al exilio.


El Final de la Guerra


Tras la caída de Cataluña, el gobierno se trasladó a la zona centro. Las diferencias entre los republicanos precipitaron el final de la guerra. En marzo de 1939 el coronel Casado dio un golpe de estado en Madrid y los republicanos se rindieron. El 28 de marzo, el ejército nacional entraba en Madrid, y en tres días ocupó el resto del país.


Francia y Gran Bretaña reconocen al general Franco y a su gobierno. El 1 de abril de 1939 después de que los nacionales entraran en Madrid sin resistencia, Franco firmó el comunicado que daba la guerra por terminada. La guerra que había comenzado el 18 de julio de 1936 había terminado.


La Participación Internacional

La guerra civil española, desde el comienzo, se convierte en un conflicto que atrae la atención internacional.

El aspecto ideológico que está debajo de la guerra es uno de los factores que origina este interés. En España se enfrentan la democracia representada por la república y apoyada por la URSS, con los ideales fascistas representado por militares sublevados y apoyados por Alemania e Italia (fascismo contra democracia). En este aspecto, la guerra anticipa lo que será la II Guerra Mundial por lo que se considera un preludio de esa Gran Guerra.

A finales de 1936, en la Sociedad de Naciones de Londres se constituyó un Comité Internacional de No Intervención en la guerra civil española pues Gran Bretaña temía que una intervención internacional desencadenara la II Guerra Mundial. En este comité participan Inglaterra y Francia (como democracias), Alemania e Italia (como dictaduras fascistas), la URSS (como dictadura comunista) y EEUU. Se establece un compromiso de no intervención, que sólo respetarán las democracias, mientras que Alemania e Italia ya desde el principio apoyan la causa de Franco, y la URSS la de la república. El gobierno norteamericano decretó el embargo a España de materias primas y material militar. Sin embargo hizo la vista gorda respecto al suministro de petróleo que la compañía TEXACO y la Standard Oil, camiones, hizo a los nacionales mientras se lo negaban al bando republicano. Las ¾ partes de las necesidades de combustible de los nacionales fueron vendidos por Texaco.

El régimen nazi de Hitler en Alemania y el fascista de Mussolini en Italia ayudaron militarmente a los sublevados. Italia colaboró con aviones y cuarenta mil soldados. Alemania aportó tanques, artillería y aviación (la Legión Cóndor,  integrada por 5000 soldados profesionales más el material correspondiente; son instructores, aviadores o conductores de carros. El estado mayor alemán además tenía encomendado a esta unidad experimentar y analizar el uso y efectos de las nuevas armas) y unos dieciséis mil hombres. El régimen portugués de Salazar colaboró con la aportación de veinte mil voluntarios y facilitando el paso por su territorio, lo que supuso una ayuda importante. Hay que sumar también la contribución de los cien mil regulares marroquíes. La ayuda internacional fue decisiva para la victoria de los nacionales.

La República tuvo grandes dificultades para adquirir suministros y material de guerra debido a la política de no intervención de las democracias occidentales y al cierre de fronteras. Contó con la ayuda de la Unión Soviética, que proporcionó asesores militares y material de guerra a cambio de el oro del Banco de España ("el oro de Moscú") valorado en 900 millones de dólares. Los asesores militares soviéticos llegan en calidad de instructores, ya que había que enseñar el manejo del nuevo material.

Contó también con la participación de unos 35.000 voluntarios de sindicatos y partidos de izquierda extranjeros que acudieron a luchar contra el fascismo: las Brigadas Internacionales (unidades de voluntarios que, alistados por la internacional comunista, van a intervenir en la guerra apoyando la causa de la República). Su colaboración será decisiva en la batalla por Madrid. Eran personas que sentían la democracia y la causa republicana y odiaban el fascismo. Sin embargo las Brigadas Internacionales, fieles al compromiso de no intervención, terminaron renunciando a intervenir. Numéricamente, combatiendo no fueron más de 15.000, aunque por la unidad pasaron más de 50.000 voluntarios. En septiembre de 1938, en pleno apogeo de los combates del Ebro, el gobierno republicano -por la presión de Francia e Inglaterra- decidió retirar del frente a los voluntarios internacionales. No les fue fácil volver a sus países: el reaccionario gobierno francés prohibió a muchos el cruce de la frontera.


La guerra se vivió con gran interés en todo el mundo. Parecía un enfrentamiento ente democracia y fascismo, entre el ejército y el pueblo. Ello originó un amplio movimiento de solidaridad hacia la causa republicana entre intelectuales progresistas de todo el mundo. La destrucción de Guernica o el asesinato de García Lorca impresionaron a la opinión mundial, especialmente cuando se expone el Guernica de Picasso en la Exposición Internacional de París de 1937.

El apoyo internacional fue interesado. Se pagó con materia primas y préstamos a largo plazo por un valor de unos 850 millones de dólares.


Rafael Alberti -de la Generación del 27- homenajeó a los voluntarios de las Brigadas Internacionales con el siguiente poema:


Venís desde muy lejos mas esta lejanía
¿qué es para vuestra sangre que canta sin fronteras?
La necesaria muerte os nombra cada día
no importa en qué ciudades, campos o carreteras.

De este país, del otro, del grande, del pequeño
del que apenas el mapa da un color desvaído
con las mismas raíces que tiene un mismo sueño
sencillamente anónimos y hablando habéis venido.


No conocéis siquiera ni el color de los muros
que vuestro infranqueable compromiso amuralla
La tierra que os entierra la defendéis, seguros
a tiros con la muerte vestida de batalla.


Quedad que así lo quieren los árboles, los llanos
las mínimas partidas de luz que reanima
un solo sentimiento que el mar sacude: ¡Hermanos!
Madrid con vuestro nombre se agranda y se ilumina.

Causas de la Guerra Civil

Desde el triunfo de la República, España había vivido un deterioro de la convivencia social entre españoles. Los enfrentamientos entre sectores ideológicos, clases sociales y partidos, se radicalizan con el tiempo. La moderación deja paso al extremismo y radicalización. El parlamento también es reflejo de esa radicalidad y los enfrentamientos entre políticos, no solo dialécticos, no son un buen ejemplo para apaciguar ánimos.

Esta radicalidad se manifiesta tanto en la derecha como en la izquierda. Dentro del PSOE el sector mas influyente es el de Largo Caballero que es conocido con el apelativo de “El Lenin Español” y aboga sin tapujos por una República Socialista; con él estarán la UGT y las juventudes socialistas y comunistas. Los líderes socialistas moderados como Prieto están al margen.

En la derecha ocurre lo mismo, en la CEDA triunfan las opciones proclives al fascismo, los sectores de extrema derecha contrarios a la Constitución de 1931 y la República. El papel de Gil Robles como político moderado se diluye y el protagonismo pasa a José Calvo Sotelo, diputado monárquico que abiertamente propone la destrucción del sistema republicano. Falange Española y de las Jons comienza a crecer y experimentar un aumento de afiliados; las juventudes de la CEDA se afilian y engrosan el partido, así como sus unidades paramilitares.

Los Carlistas o Requetés también organizan sus propias milicias y contribuyen abiertamente al aumento del desorden. La República se ve desbordada, y el orden público es un problema difícil de resolver y esto favorece los intereses golpistas de la extrema derecha.

Por otra parte, los sectores de izquierda aumentan la sensación de inseguridad con ocupaciones de fincas, huelgas salvajes, quema de Iglesias, enfrentamientos en la calle, etc...


En resumen, las circunstancias históricas en las que se desarrolló la guerra, respondían a problemas no resueltos en la sociedad española:
  • una economía atrasada, incapaz de satisfacer las necesidades del pueblo;
  • una oligarquía terrateniente sólo preocupada por sus beneficios e incapaz de los cambios más elementales;
  • una estructura social con abismales diferencias entre pobres y ricos, con una pequeña oligarquía poderosa, unas clases bajas en continuo crecimiento, una clase media insuficiente para servir de elemento equilibrador;
  • y una polarización de la sociedad en dos bandos, la derecha y la izquierda entre las que existía una fuerte tensión.
Los grandes propietarios veían con preocupación la reforma agraria, los jornaleros criticaban su lentitud, la burguesía paralizaba las inversiones y la Iglesia católica se sentía amenazada por la política anticlerical de la izquierda.


Como se puede ver, no podemos hablar de causas concretas, sino que son un cúmulo de hechos y circunstancias históricas que constituyeron la mecha que prendió el inicio de la contienda.

sábado, 23 de abril de 2011

La Restauración Española

Este vídeo es una explicación completa de la etapa de la Restauración, hasta que acabó con la dictadura de Primo de Rivera. A continuación, expongo un resumen de esa época, con algunos puntos tratados por encima y otros algo más profundamente. Puede que vaya un poco largo de más, pero no sabía otra forma de hacerlo.


Hacia las nueve de la mañana del 29 de diciembre de 1874, en las cercanías de Sagunto (Valencia), el general Arsenio Martínez Campos, ante una brigada del Ejército -1800 hombres-, proclamó rey de España al príncipe Alfonso de Borbón. El golpe tuvo éxito debido en parte a la aceptación pasiva de la gran mayoría del Ejército y al escaso apoyo civil que encontró el gobierno presidido por Sagasta. Martínez Campos había actuado sin el conocimiento del jefe político de la causa alfonsina, Antonio Cánovas del Castillo, quien condenó el golpe pero no pudo menos que recoger su fruto: la restauración de los Borbones en el trono de España. Se inicia así una nueva época denominada la Restauración.

La Constitución de 1876 fue escrita por Manuel Alonso Martínez, pero refleja íntegramente el espíritu de Cánovas. En cierta medida, se trata de una síntesis de las anteriores constituciones, la moderada de 1845 y la democrática de 1869. Al igual que éstas, descansa en un modelo unitario y centralista de Estado y la división de poderes, característica de una monarquía constitucional. La Constitución de 1876 se distingue por su falta de concreción de muchos aspectos del ordenamiento jurídico, con lo que se hacía posible que cada partido pudiera gobernar con sus propios principios. En esta constitución se afirma la religión católica como religión del Estado, al mismo tiempo que se establece la tolerancia para las demás religiones, a las que se permitía el culto privado. Con esto, Cánovas recibió el reconocimiento de las minorías religiosas.

El hecho de mayor trascendencia ocurrido en los primeros años de la Restauración fue la formación de un nuevo sistema político. Para ello, lo fundamental era llegar a un consenso entre los partidos liberales y establecer unos principios básicos sobre los que asentar una convivencia pacífica. El proyecto político de Cánovas defendía un sistema en que la monarquía era la base y los partidos un instrumento al servicio de ella. Para esto, era necesario formar nuevos partidos que creasen un muro de contención frente a los radicalismos carlista y republicano. Estos dos partidos, que después se alternaron en el poder, fueron el Conservador, presidido por Cánovas, y el Liberal, presidido por Sagasta. Ambos partidos compartían un intenso sentimiento nacionalista, junto con lo esencial del liberalismo y el capitalismo de la época. Sus objetivos comunes eran hacer compatibles la libertad política y el orden social, y sacar a España del atraso en que se encontraba.

Otro de los elementos fundamentales del sistema de la Restauración fue el sistema de turnos o alternancia pacífica (turnismo). Su origen radica en la exigencia de Sagasta de que el rey llamase a su partido a gobernar en el año 1881 como alternancia al de Cánovas. El rey cedió a esta petición y acabó con el riesgo de nuevos pronunciamientos y motines. En esta sustitución lo normal era que antes existiese un cierto desgaste de gobierno y que la oposición presionase para que se produciese el cambio. Pero en la práctica esto no era lo esencial: se llegó a un acuerdo tácito de que los dos partidos que apoyaban a la monarquía de Alfonso XII se alternarían en el poder mediante la manipulación del proceso electoral, un verdadero fraude que permite hablar de sistema liberal sin democracia. La consolidación de la alternancia se produjo en la etapa de la regencia de María Cristina (1885-1902), especialmente tras el largo gobierno liberal y el llamado Pacto del Pardo, que estableció el acuerdo entre Cánovas, Sagasta y la regente de alternar en el poder para asegurar la propia monarquía ante la doble amenaza carlista y republicana.

El proceso por el que se fabricaban los resultados electorales era el siguiente: aprovechando la estructura centralizada del Estado, el ministerio de la Gobernación elaboraba el encasillado y después se negociaba en las provincias los candidatos por distrito. A continuación los gobernadores civiles se encargaban de controlar a los electores, de forma que votasen al candidato que era designado previamente. Para eso, les daban instrucciones a los alcaldes (nombrados por los gobernadores) y contaban también con la ayuda de los caciques locales. Si este proceso resultaba insuficiente para asegurar la elección del candidato designado, eran frecuentes las alteraciones de las actas y el voto de personas inexistentes en el censo. La manipulación directa de los resultados electorales se llama pucherazo. En última instancia, el propio gobierno disponía en el Congreso de mayoría en las comisiones que daban por buenas las actas electorales y podían anular a capricho las que les fueran desfavorables. El proceso electoral estaba en manos del gobierno y de sus hombres de paja, no de los electores.

El último domingo de febrero de 1895, durante las celebraciones del Carnaval, comenzaron las sublevaciones en diversas poblaciones de la isla de Cuba, aunque solo triunfaron en el este de la isla. El plan había sido trazado por José Martí en 1892 (fundador del Partido Revolucionario Cubano). Al morir Martí en una escaramuza con las tropas españolas, el movimiento quedaba privado de su personalidad civil más destacada y en manos de los militares. El principal objetivo militar cubano fue extender la campaña a toda la isla, lo que se consiguió a comienzos de 1896 cuando el comandante en jefe Gómez y el segundo en el mando Maceo, llegaron a las proximidades de La Habana y avanzaron hacia el extremo occidental de la isla. En su avance, las tropas cubanas fueron incendiando y destruyendo una parte considerable de las plantaciones. La respuesta española fue tratar de ahogar la sublevación lo antes posible, ante el temor a las repercusiones internacionales del conflicto, y especialmente, la intervención de Estados Unidos. Tanto Sagasta como Cánovas tenían la voluntad de agotar todos los recursos humanos y económicos en defensa de la colonia. Entre 1895 y 1898 fueron enviados a Cuba más de 220 mil soldados. Sin embargo, esta superioridad numérica no era suficiente para vencer a un enemigo que hacía guerra de guerrillas, basada en el conocimiento del terreno y el apoyo de la población. Por otra parte, el ejército español encontró en las enfermedades endémicas de la isla (paludismo, disentería, fiebre amarilla) un factor de mortalidad más terrible todavía que las armas enemigas.

En Estados Unidos la situación cubana era seguida con creciente interés por la opinión pública. El presidente Cleveland, a través del secretario de Estado Olney, ofreció su mediación al gobierno español para acabar con la guerra, sobre la base de la concesión de la autonomía a Cuba. Esta oferta fue rechazada por el gobierno de Cánovas que no consideraba a Estados Unidos un mediador imparcial. En 1897 se produjo el asesinato de Cánovas, y tras un breve gobierno del general Azcárraga, Sagasta se hizo cargo con el poder. A partir de aquel momento, la política española en Cuba estuvo encaminada a satisfacer las demandas de los Estados Unidos para evitar una confrontación con ellos, por lo que inmediatamente le fue concedida la autonomía a la isla. El gobierno español no quiso vender la isla a los Estados Unidos por 300 millones de dólares ni concedió la independencia a la isla sin ser derrotado militarmente. Tanto una como la otra hubieran implicado en España un golpe militar con amplio apoyo militar y la caída de la monarquía. El hecho que prácticamente llevó a la ruptura de relaciones y a la declaración de guerra fue la voladura del acorazado norteamericano Maine, en el puerto de La Habana en febrero de 1898. Las negociaciones de paz se plasmaron en el Tratado de París, firmado el 10 de diciembre de 1898, por le que España reconocía la independencia de Cuba y cedía Puerto Rico, Filipinas y la isla de Guam a Estados Unidos, a cambio de una compensación de 20 millones de dólares.

Cuando Alfonso XIII accedió al trono en 1902, los partidos dinásticos, tras la desaparición de sus grandes dirigentes Cánovas y Sagasta, vivieron crisis motivadas por las disputas internas y la ausencia de un liderazgo fuerte. Una de las causas de la inestabilidad política en los primeros años del siglo XX fue la debilidad interna de los partidos, en particular del Liberal. En 1905, con los liberales en el gobierno, se produjo una de las crisis más trascendentales del gobierno de Alfonso XIII, la que enfrentó a los militares con el catalanismo. En 1906, bajo la presión de los militares, se aprobó la Ley de Jurisdicciones, por la que las ofensas contra el ejército y la patria serían juzgadas por tribunales militares. Esta ley puso de manifiesto la renovada intervención del ejército en la vida política. En esta situación los partidos eligieron nuevos dirigentes: el Partido Conservador a Antonio Maura, y el Partido Liberal a José Canalejas.

Tras 1898, la acción colonial española se redujo tan solo al norte de África. Aunque Marruecos era una monarquía en teoría independiente, con instituciones propias, lo cierto es que apenas era controlada por la autoridad política del sultán. Por su posición estratégica, le interesaba a grandes potencias europeas, como Inglaterra, Francia y Alemania. En la Conferencia de Algeciras de 1906 se reconoció la libertad de iniciativa económica en la zona con predominio político de franceses y españoles. Sucesivos acuerdos entre españoles y franceses redujeron la zona de influencia española a tan solo 45 mil kilómetros cuadrados, la zona del Rif, un terrritorio muy accidentado y habitado por tribus de bereberes, hostiles a la presencia extranjera. En julio de 1909 los rifeños atacaron y asesinaron a cuatro obreros del ferrocarril y hubo graves enfrentamientos. El gobierno decidió enviar tropas peninsulares de refuerzo y movilizó a los reservistas en Cataluña. El 18 de julio de 1909 el embarque de las tropas en Barcelona desencadenó un movimiento de protesta contra la guerra de Marruecos. El republicanismo más radical y anticlerical, los socialistas y los anarquistas, promovieron una huelga general contra la guerra y la política del gobierno en Marruecos, que empezó en Barcelona el 26 de julio y se extendió a otras poblaciones próximas.

Las noticias sobre la Batalla del Gurugú y la Emboscada en el barranco del Lobo, donde murieron 1284 soldados españoles, desataron la violencia. Entre el 26 de julio y el 1 de agosto, la huelga degeneró en una insurrección espontánea, sin dirección ni planificación, conocida como la Semana Trágica de Barcelona. El gobierno reprimió con dureza la revuelta, con un balance de casi 80 muertos y unos 2000 detenidos, y acusó a los republicanos radicales y a los anarquistas de ser los instigadores de la revuelta.

En el verano de 1921, en Marruecos, se produjo la crisis más grave. Al acabar la Primera Guerra Mundial, Francia retomó con ímpetu su política colonial y amenazó con reducir la presencia española en la zona. El general Dámaso Berenguer inició la ocupación del sector occidental de Marruecos y le ordenó al general Silvestre (comandante general de Melilla) que detuviese su ofensiva en el Rif hasta someter al caudillo que dominaba el sector occidental. Pero éste prosiguió un avance precipitado sobre el corazón del Rif para ocupar la bahía de Alhucemas, y penetró en un territorio extenso, de difícil orografía, muy alejado de los centros de aprovisionamiento y defendido por una línea débil y dispersa de fuertes militares llamados blocaos. Abd-el-Krim encabezó una rebelión generalizada de los rifeños, y organizó el cerco a las tropas españolas en Annual. El general Silvestre dio la orden de retirada y se produjo la desbandada de los españoles hacia Melilla. En pocos días se perdió toda la zona, que fue ocupada durante años con grandes esfuerzos, y murieron o desaparecieron más de 1000 soldados, incluido el propio general. La llegada de tropas de refuerzo a Melilla, entre ellas las unidades de élite del Tercio de la Legión al mando de Berenguer, salvó la ciudad, gravemente amenazada, y poco después se recuperó todo el territorio perdido.

La tragedia de Annual conmocionó a la opinión pública, y acabó siendo una de las causas del fin del régimen parlamentario. La exigencia de responsabilidades forzó al gobierno a nombrar una comisión para delimitar las responsabilidades militares. El envío del expediente Picasso a las Cortes, en el que se proponía el procesamiento de 39 oficiales (incluido Berenguer), abrió también el debate de las responsabilidades políticas. Los socialistas, con el apoyo de la izquierda republicana, iniciaron una campaña de denuncia contra el régimen, atribuyéndole al rey toda la responsabilidad del desastre. Como solución para la crisis del régimen, el general Primo de Rivera encabezó un golpe de Estado por el que se imponía una dictadura militar, que no encontró prácticamente oposición.

El 15 de septiembre de 1923, el rey Alfonso XIII le encargó a Primo de Rivera la formación de un nuevo gobierno y le concedió el cargo de presidente y de ministro único (Directorio Militar, 1923-1925). Una vez resuelto el problema del orden público y solucionada la cuestión marroquí, Primo de Rivera sustituyó el Directorio Militar por un Directotio Civil (1925-1930), con la clara intención de permanecer en el poder, rodeándose de politicos de derechas, como José Calvo Sotelo. A partir de 1926, la dictadura empezó a perder apoyos y aumentaron las críticas y la oposición, de las que no se libró Alfonso XIII. Primo de Rivera, falto de apoyos, incluidos los de los militares y el rey, con una imagen que quedó ligada a la dictadura, presentó su dimisión en enero de 1930.

Alfonso XIII le encargó la formación de un nuevo gobierno al general Berenguer. En agosto de 1930, los diversos partidos republicanos, incluidos los nacionalistas catalanes y gallegos, acordaron el llamado Pacto de San Sebastián, con el objetivo de proclamar la república. El anuncio de republicanos, socialistas y antiguos políticos dinásticos de no participar en las elecciones legislativas convocadas en febrero de 1931, provocó la inmediata dimisión de Berenguer, y fue sustituido por el almirante Aznar. Republicanos y socialistas decidieron concurrir a estas elecciones y presentarlas como un plebiscito a favor o en contra de la monarquía. El triunfo de la coalición de republicanos y socialistas en las grandes ciudades, menos influenciadas por los caciques, se interpretó como un rechazo a la monarquía y dio paso a la proclamación de la II República el 14 de abril de 1931.

viernes, 22 de abril de 2011

Los Sucesos de Casas Viejas

En este vídeo se hace referencia a la represión, por parte de las fuerzas del orden al servicio de la República, de una rebelión campesina en enero de 1933 en la localidad gaditana de Casas Viejas. Se reconstruyen dichos sucesos a partir de testimonios y análisis históricos. Se ofrecen datos de los sucesos y de sus antecedentes: paro, hambre, frustración de las esperanzas creadas por la proclamación de la República...

El 8 de enero de 1933, se iniciaron alzamientos anarquistas en Barcelona, Madrid y Valencia. La insurrección fue sofocada rápidamente, pero tres días después, el 11 de enero, estalló inesperadamente la lucha en el pequeño pueblo andaluz de Casas Viejas, en Cádiz.

Los jornaleros del pueblo (la mayoría afiliados a la CNT) destituyen al alcalde, que era republicano radical, y se dirigieron hacia el cuartel de la Guardia Civil para que se rindieran. El sargento de la Benemérita responde que "antes morir que entregarse", y se produjeron los primeros disparos, mientras los campesinos quemaban el Ayuntamiento. Por la tarde, llegan refuerzos (doce guardias de asalto y cuatro guardias civiles al mando del teniente Fernández Artal) que ocupan el pueblo y registran las casas. Delante de la choza del "Seisdedos" (carbonero con casi 73 años) mueren dos guardias de disparos desde el interior. Se para el tiroteo y a las diez de la noche llegan más guardias de asalto desde Cádiz que traen bombas y una ametralladora. Sobre las dos de la mañana, por orden del capitán Rojas, se preparan unas piedras envueltas en algodón empapado en gasolina, se prende fuego a la choza del "Seisdedos" y dentro mueren seis personas, más dos abatidas por la ametralladora cuando intentaban escapar. A continuación, ejecutaron una terrible venganza en el pueblo, matando a todos aquellos que se negaban a abrir la puerta y a los que pasaban por la plaza.

Este suceso simbolizó la furia y el martirio que padecieron los campesinos andaluces que no tenían tierras. El pueblo quedó arrasado, tanto por la masacre como por los encarcelamientos que siguieron. Prácticamente todas las familias se vieron afectadas y los rumores sobre de quién era la responsabilidad y la culpa de los hechos, creó una enemistad que perduró durante décadas.

La ira pública provocada por el encubrimiento de la masacre (y otros conflictos y confusiones internas), minó la credibilidad del gobierno y fue en gran medida motivo de su caída. La oposición radical y de la derecha exigió una investigación parlamentaria, y tanto la prensa como la opinión pública responsabilizaron a Manuel Azaña de los hechos, derrocando al primer ministro y a su gabinete de la presidencia. El alzamiento de Casas Viejas se convirtió en uno de los incidentes que condujeron a la Guerra Civil.